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Francia

La trágica historia de Gisèle Pélicot: La mujer francesa que pasó de ser víctima de violación a símbolo contra la violencia sexual

Durante más de 10 años, Dominique Pélicot (71 años) drogó, violó y permitió que más de 50 hombres que reclutaba de un foro sexual de internet violasen también a su esposa Gisèle Pélicot (72 años). Todo, mientras ella dormía y en la habitación de su propia casa

Gisèle Pélicot / Foto: EFE

El modus operandi de Pélicot consistía en contactar con decenas de hombres en el foro de encuentros sexuales coco.fr. Cuando los elegía los invitaba a su casa y, bajo una serie de estrictas reglas para que su esposa no se despertase del sueño inducido por los ansiolíticos, les invitaba a violarla mientras él grababa la escena. Todas las imágenes de esas noches fueron encontradas por la policía en su computador, después de haberle detenido en un supermercado por grabar debajo de la falda de algunas clientas.

Gisèle, madre de tres hijos, abuela y jubilada de 72 años, tenía una vida aparentemente tranquila y normal, hasta que recibió una llamada de la policía en la que le decían: “Tiene que ver unas imágenes”. Desde entonces, ha transcurrido entre juicios, abogados y psicólogos. Aunque el caso salió a la luz en 2020, y Gisèle se mantuvo en la sombra, fue su hija, Caroline Darian, quien le dio la visibilidad mediática a través de un libro y entrevistas sobre el fenómeno de la sumisión química, en aquella época todavía muy poco estudiado en Francia.

Gisèle Pelicot llega a los tribunales de Aviñón, Francia, para la decimocuarta jornada del juicio contra su ex marido, Dominique Pelicot, por haberla presuntamente drogado y violado durante 10 años. EFE/ Edgar Sapiña

Darian, que vive también con la sospecha de haber sido violada por su padre Dominique, creó la asociación #Noteduermas. Además, convenció a su madre Gisèle para que transformara su caso en un símbolo de la lucha contra este tipo de agresiones. A diferencia de muchas víctimas, Gisèle tomó una decisión que sorprendió a todos: solicitó que el juicio no se llevara a cabo a puerta cerrada, sino que fuera público, permitiendo la presencia de los periodistas. Se divorció de su esposo y asistió diariamente a la corte, mostrando su rostro con determinación.

“Es hora de que la vergüenza cambie de bando”, declaró su abogado, una frase que rápidamente fue adoptada por los movimientos feministas en Francia.

El juicio ha captado la atención mediática internacional y, aunque la fortaleza de Gisèle no es algo que deba exigirse a todas las víctimas, su valentía la ha convertido en un símbolo para muchas mujeres que han sufrido en silencio. “Lo hago en nombre de todas esas mujeres que quizás nunca serán reconocidas como víctimas”, dijo Gisèle ante el tribunal.

EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

El debate público que ha suscitado este caso no solo ha expuesto la brutalidad de los crímenes, sino que también ha puesto en evidencia la naturaleza patriarcal de la defensa de los acusados. Varios de los hombres involucrados en las agresiones afirman que desconocían que estaban violando a Gisèle, alegando que creían que era un “juego erótico” consentido por la pareja. Algunos incluso dijeron no considerar que sus acciones fueran violación, ya que, según ellos, “la violación ocurre cuando se obliga a alguien por la fuerza en la calle”.

El juicio también ha revelado la compleja y perturbadora red que involucró a más de 80 hombres, de los cuales sólo 50 han sido identificados. Los acusados provienen de todos los estratos sociales: bomberos, farmacéuticos, obreros, y muchos de ellos son padres y esposos con “familias normales”. La amplitud del caso y la variedad de perfiles ha conmocionado a la opinión pública, haciendo que el juicio sea visto por muchos como “el juicio del siglo”, marcando un antes y un después en la lucha contra la violencia sexual en Francia.

El testimonio de Dominique Pélicot que se enfrenta a una pena de 20 años de prisión, fue igual de impactante. Admitió todos los cargos con frialdad, afirmando que “sí, soy un violador como los otros en esta sala”. Su declaración se ha vuelto clave para el enjuiciamiento de los demás acusados, quienes en su mayoría sostienen que fueron manipulados por él. Durante su intervención, Pélicot trató de justificarse: “La amé bien por 40 años y mal por 10. Lo arruiné todo, y lo perdí todo. Nunca debí hacerlo”. “No se nace perverso, se llega a serlo”, dijo entre sollozos.

Por su parte, Gisèle mostró una serenidad que ha impresionado a todos los presentes cuando tomó el estrado y con su mirada oculta tras sus lentes oscuros dijo: “Amé a este hombre durante 50 años”, confesó con incredulidad, enfrentándose al hecho de que su compañero de vida, padre de sus hijos, había sido el autor de las atrocidades que la convirtieron en víctima.

El juicio de Gisèle Pélicot conocido como el Monstruo de Aviñón, ha puesto el foco no solo en los horribles crímenes cometidos en su contra, sino también en un sistema que ha permitido que durante años estos abusos quedaran ocultos.

La valentía de Gisèle al enfrentar a sus agresores y exigir justicia públicamente ha sido un recordatorio poderoso de que la vergüenza, en este tipo de casos, debe estar del lado de los agresores. Quienes precisamente han pedido que se les cubra su rostro en las imágenes y videos del juicio y a quienes Gisèle se ha referido en sus declaraciones como “unos degenerados”.

El caso que se está juzgando en Aviñón, en el sur de Francia, y el cual se inició el 2 de septiembre y debe prolongarse casi hasta Navidad, está suscitando un gran debate social en Francia y el fin de semana pasado dio lugar a manifestaciones en varias ciudades del país en solidaridad con Gisèle, que reunieron a unas 10.000 personas. Además, más de 200 hombres, personalidades del mundo del espectáculo y de la cultura, firmaron en un artículo colgado en la página del diario Libération, que este caso “nos ha probado que la violencia masculina no es un asunto de monstruos, sino de hombres corrientes”.

El escritor Gaël Faye, el actor Gilles Lellouche, el humorista Guillaume Meurice o el chef Juan Arbeláez que figuran entre los que suscriben el manifiesto afirman que hay que partir del reconocimiento del carácter “sistémico” de la violencia contra las mujeres y de la responsabilidad de todos los hombres. También pidieron que los hombres dejen de “perpetuar los clubes de hombres” y de proteger a otros hombres: “Seamos solidarios con las víctimas, no los agresores”.

Hélène Devynck, periodista y activista feminista, agradeció a Gisèle su valentía en una carta abierta publicada en el diario francés Le Monde: “No solo a ti, Gisèle, te trataron como un objeto. Nos dijeron, a todas las mujeres, lo insignificantes que somos. Tu fuerza nos devuelve nuestra dignidad. Gracias por este inmenso regalo”.