Por: Sol Suárez Jaramillo
Periodista económica
Hace un año cuando Argentina estaba ad-portas de jugar la final del mundial de fútbol recuerdo mucho unas entrevistas en un medio argentino, en el cual le preguntaban a la gente en las calles si prefería que el Gobierno de los Kirchner atajara la inflación rampante que estaban padeciendo o que la Argentina saliera campeón del mundo, la respuesta unísona fue ser campeón, la inflación puede esperar.
El pueblo argentino no aguantó más y tomó la decisión de dar un giro de 180 grados y elegir a un presidente libertario de derecha, Javier Milei, quien durante la campaña de la forma más descarnada y cruda, les mostró su realidad económica y sin tapujos, les abrió los ojos a su temible realidad económica, una inflación que cada día los hacía más pobres, gracias a una fórmula que es propia de, lo que llamarían algunos economistas, gobiernos irresponsables, o gobiernos de izquierda, imprimir billetes, dar subsidios y crecer el Estado a niveles desproporcionados.
Hoy, ya como presidente, tiene diez medidas de choque que buscan darle un primer aire al país y lograr parar la inflación que en 2022 alcanzó el 95 % y que en 2023 va en 140 %.
El ministro de Economía entrante Luis Caputo lo explica de la siguiente manera: “Si seguimos como estamos, vamos inevitablemente en camino a una hiperinflación. Podemos [...] llegar a niveles de 15.000 % anual. Para que se entienda eso en números, hablamos de que una leche pase de valer 400 pesos a 60.000 pesos en el lapso de un año. Nuestra misión es evitar esta catástrofe”.
La primera de estas medidas implementada fue devaluar la moneda en un 50 % frente al dólar, esto es la cotización oficial que sirve como referencia al comercio exterior, lo que busca es mejorar los ingresos de los exportadores y darle un aire al sector agropecuario, que según analistas argentinos estaba muy golpeado y discriminado.
La segunda medida fue suspender la obra pública, que para el nuevo Gobierno es un foco de corrupción muy grande, además abre la posibilidad para que el sector privado haga lo que mejor sabe hacer, invertir, lo cual como se evidencia en Colombia, se mejoran los tiempos de ejecución, se despolitiza la decisión y se libera a la nación de disponer recursos escasos que pueden tener mejor efecto en otros sectores claves y dinamizadores como la seguridad, la salud o la educación.
Se reducirán, además, los subsidios de energía y transporte, ya que, según el gobierno de Milei, estos mecanismos mal focalizados son un bálsamo temporal para los usuarios porque les hacen creer que les están dando recursos para su uso diario, pero lo que no se dan cuenta es que, en estos niveles de gasto público e inflación, terminan siendo pagados por todos los argentinos cuando van a mercar y todo es mucho más caro.
En Colombia por ejemplo los subsidios eléctricos tienen una muy mala asignación, y es que de 100 pesos que se dan en subsidios, 60 % les llegan a personas que no los necesitan.
En campaña Milei prometió despedir empleados públicos que cobraban un salario y no trabajaban, como llamamos en Colombia corbatas. Sin embargo, una vez posesionado, la decisión fue despedir a funcionarios que tengan menos de un año de antigüedad, esto busca reducir la nómina del Estado y obviamente disminuir el gasto público.
Las dos medidas anteriores, sumada a la eliminación de la publicidad del Estado, que gobiernos en general utilizan para malgastar recursos con el objetivo de evidenciar gestión donde muchas veces no existe, pero sienten que deben hablarle al pueblo para “mostrarle” sus logros, sumada a la reducción de ministerios que
en Argentina ya pasaron de 18 a 9 y secretarías de 106 a 54, buscan dar un choque al gasto público que está desbordado, pero además transmite un mensaje de austeridad a los argentinos
los cuales se acostumbraron a gastar cada peso que les entraba por sus salarios, pues con la inflación tan alta es mejor comprar todo el primer día del mes, ya que al final del mes, las mismas compras costarían 12 % más. Esto evidencia lo que los economistas dicen, la inflación es el peor impuesto que un consumidor puede tener.
También anunciaron la reducción al mínimo de las transferencias a las provincias, las cuales, de acuerdo con el Gobierno, se convirtieron en moneda de cambio de favores políticos y también se convierten en burocracia regional, es decir más corbatas.
En cuanto a exportaciones, elimina los subsidios a algunos sectores exportadores, y reemplaza el sistema SIRA, que básicamente era un esquema en el cual el Estado decidía qué sectores importadores tenían acceso o no a dólares para hacer sus intercambios comerciales, en otras palabras, el Estado decidiendo por la sociedad que bienes se importan y cuales no, ¿que podría salir mal en eso? Corrupción, favoritismo, entre otros.
Finalmente, como muchas de estas medidas afectarán como siempre a los más pobres, el nuevo gobierno aumentará los recursos de transferencia en programas sociales, tratando de evitar una crisis en los niveles de ingreso más bajos; algo así como si en Colombia se aumentan los recursos de familias en acción.
Estas medidas suenan muy dolorosas, pero a la vista de los expertos, necesarias en una economía que está a punto de entrar en una fase de espiral descendente, que tiene que quitarse un lastre de décadas en las cuales el asistencialismo y el tamaño del Estado se convirtieron en un peso muerto grandísimo para el sector productivo y que si las cosas se reenfocan, se estima que después de un 2024 de crecimiento negativo estimado en 1,3 %, se podría dar una recuperación de 1,9 % en 2025, aumentar la inversión privada y extranjera en el país, y finalmente aumentar la calidad de vida de los ciudadanos.
Ojalá este espejo regional nos sirva como país, para tomar medidas responsables que favorezcan a los colombianos y no, el ego de unos pocos.