Washington D.C. se alista para la toma de posesión de Donald Trump el 20 de enero de 2025, un evento que se aparta de la tradición al trasladarse al interior del Capitolio debido al pronóstico de temperaturas extremas. Esta modificación, inédita en las ceremonias inaugurales recientes, limitará aún más el acceso presencial y ha generado especulación sobre la lista de invitados.
La ceremonia contará exclusivamente con altos funcionarios del gobierno, miembros del Congreso, la Corte Suprema, familiares del presidente y vicepresidente electos, y algunos jefes de Estado invitados directamente por Trump. Este enfoque selectivo contrasta con ceremonias anteriores, como la de Barack Obama en 2009, que reunió a 1.8 millones de personas en el National Mall, y la de Joe Biden en 2021, limitada por la pandemia y cuestiones de seguridad.
La decisión de restringir las invitaciones ha provocado confusión entre círculos políticos y diplomáticos. Se ha informado que algunos congresistas han distribuido invitaciones para áreas externas, que no garantizan acceso al interior del Capitolio, generando expectativas erróneas. Por su parte, Trump ha optado por invitar solo a ciertos jefes de Estado, en lugar de extender una convocatoria amplia a diplomáticos acreditados.
El público podrá seguir la ceremonia desde el National Mall, donde se habilitarán áreas específicas con acceso controlado. La distribución incluirá espacios diferenciados: una plataforma para altos funcionarios y diplomáticos, un área VIP para legisladores y aliados políticos, y secciones públicas con boletos gestionados por el Congreso. Pantallas gigantes transmitirán el evento en vivo.
La seguridad estará a cargo del Servicio Secreto y otras agencias federales, con un despliegue reforzado debido a preocupaciones de seguridad y las bajas temperaturas, que podrían alcanzar los -12°C (11°F). Estas condiciones, combinadas con las restricciones de acceso, convierten la investidura en una de las más controladas en la historia reciente de Estados Unidos.
Mientras se ultiman los preparativos, las estrictas medidas y el acceso limitado han generado una creciente demanda por ser parte del evento, donde la exclusividad se ha convertido en un punto de discusión en los círculos políticos y sociales. La toma de posesión se perfila como un acto de alto simbolismo en medio de un clima de polarización y desafíos logísticos.