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Después de Villavicencio, ¿Qué?

Si pretendieron callar un hombre, lo que lograron es avivar una llama de una sociedad que desea no sólo justicia, desea un país libre de la corruptela

Fernando Villavicencio, candidato asesinado el pasado 9 de agosto

Por: Jorge Calderón Salazar

Analista económico, rector del Tecnológico Universitario ARGOS

@jorgecalderon2

“Ecuador, isla de paz” frase acuñada desde hace muchos años atrás por los ecuatorianos, ante los hechos violentos y terroristas que sacudieron a América Latina hace algunas décadas (el país no fue la excepción pero supo hacerle frente y desterrarlo), pero en los últimos años ese imaginario colectivo se esfumó, la inseguridad azota al país, las cárceles antes que centros de rehabilitación se convirtieron en el lugar propicio para desde ahí controlar el caos que vive el país, variados hasta casi infinitos estados de excepción establecidos por el Gobierno “para controlar la situación”, que no tiene idea alguna de la dirección a tomar para terminar con esta situación, y que no es capaz de reconocer qué no tiene un plan, recursos y menos aún la entereza para enfrentar el problema.

Esto y más ha generado zozobra e incertidumbre invivible para los ciudadanos, que ven la cruda realidad reflejada en microtráfico, “vacunas” (extorsiones a negocios), secuestros y sicariatos. Los últimos dos hechos que develan la crisis de inseguridad que vivimos fue el asesinato del alcalde de Manta (Agustín Intriago) y la del candidato presidencial Fernando Villavicencio al salir de un mitin en la capital de la República, generando una profunda conmoción nacional.

Villavicencio se caracterizó por develar los casos de corrupción en los últimos años en diferentes gobiernos, así como también los vínculos con mafias nacionales y extranjeras, a los cuales incomodaba con sus investigaciones; en los días previos a su asesinato denunció que había recibido amenazas que atentaban contra su vida y la de su equipo de campaña. Si alguien dudaba de la credibilidad de las denuncias que realizaba, el crimen cometido muestra la verdad de las mismas, y los criminales están impunes, que la corrupción en las distintas instituciones del Estado, es latente; y que el país cada vez más cede y visibiliza la falta de ética y moral.

Si pretendieron callar un hombre, lo que lograron es avivar una llama de una sociedad que desea no sólo justicia, desea un país libre de la corruptela; su muerte se convierte en un punto de inflexión en la política del país, pues muchos querrán levantar la bandera que Villavicencio llevó por muchos años.

“Villavicencio se caracterizó por develar los casos de corrupción en los últimos años en diferentes gobiernos, así como también los vínculos con mafias nacionales y extranjeras; en los días previos a su asesinato denunció que había recibido amenazas que atentaban contra su vida y la de su equipo de campaña”

El asesinato a tiros del candidato a la presidencia Fernando Villavicencio sacudió Ecuador en plena campaña electoral. El presidente, Guillermo Lasso, decretó el estado de excepción en todo el país durante 60 días.

Compleja situación

Las elecciones presidenciales anticipadas demuestran justamente esta realidad, pues el candidato Christian Zurita, que lo sustituyó en la papeleta se ubicó en el tercer lugar en las preferencias del electorado, y con un bloque de asambleísta de aproximadamente 20 a 22 curules en la próxima legislatura, es así que el voto pésame tuvo fuerza en todo el país, como una manera de honrar su memoria.

Ante esta encrucijada, el país tiene dos alternativas, que el Estado brinde una solución real y práctica que solucione esta crisis en el menor tiempo posible, de forma planificada y ordenada, de la mano con una reforma judicial importante, así como también la Policía cuente con los recursos y el personal idóneo, porque negar la infiltración en las filas policiales del crimen organizado, es no reconocer lo que sucede.

El otro camino, es ir hacia el barranco, al cual cada vez damos pasos agigantados, y que los diversos candidatos presidenciales trataron de establecer una hoja de ruta para enfrentar el problema y convencer a los ciudadanos de que son capaces de hacerlo. Con o sin experiencia en el área, se requerirá el apoyo de los diversos grupos sociales, políticos, económicos e incluso religiosos, para transformar el país desde la raíz, y no se trate de “refundar” como cada político de turno desea, sino más bien de establecer una agenda de acuerdos mínimos de país con objetivos claro y creíbles.

Todos los poderes del Estado atraviesan una crisis de credibilidad, nunca antes vista, el desamparo de los ecuatorianos es más evidente, y antes de que los políticos busquen consensos, prefieren fomentar los disensos.

El 20 de agosto, el Ecuador enfrentó una dura elección que mostró una vez más, lo fragmentada que está la sociedad, la desilusión de qué políticos podrían tomar las riendas del país, y si uno de ellos continuará la lucha de Fernando Villavicencio.

Ya con una segunda vuelta definida para el 15 de octubre, entre los candidatos Luisa González (Revolución Ciudadana) y Daniel Noboa (Acción Democrática Nacional) que terminó siendo la sorpresa de la jornada pues pasó por debajo de los radares de la opinión pública y las encuestadoras, y alcanzó un 24 % de los votos válidos, versus el 33 % de la candidata afín al correísmo.

Esperemos que la segunda vuelta sea la oportunidad perfecta para plantear una agenda de país, con consensos y objetivos mínimos en lo político, económico y social; pues los ecuatorianos (y no sólo los partidarios de Villavicencio, ni las más de 3 mil familias afectadas por los sicariatos), desean un verdadero país de paz, que la inseguridad y zozobra se alejen, y que quién conduzca el país lo haga pensando en los grandes intereses nacionales y no en los particulares (partidistas).

“El 20 de agosto, el Ecuador enfrentó una dura elección que mostró una vez más, lo fragmentada que está la sociedad”.