El planeta Júpiter, en todo su esplendor con bandas, fue revistado por el Telescopio Espacial Hubble en estas últimas imágenes, tomadas del 5 al 6 de enero, que capturan ambos lados del planeta.
Hubble monitorea Júpiter y los otros planetas exteriores del Sistema Solar cada año bajo el programa Outer Planet Atmospheres Legacy (OPAL). Esto se debe a que estos grandes mundos están envueltos en nubes y brumas agitadas por vientos violentos, lo que genera un caleidoscopio de patrones climáticos en constante cambio, informa la ESA, que opera el telescopio espacial junto a la NASA.
Las coloridas nubes de Júpiter, el más grande y cercano de los planetas exteriores gigantes, presentan un caleidoscopio de formas y colores en constante cambio. Este es un planeta donde siempre hay tiempo tormentoso: ciclones, anticiclones, cizalladura del viento y la tormenta más grande del Sistema Solar, la Gran Mancha Roja.
Júpiter no tiene una superficie sólida y está perpetuamente cubierto con nubes de cristales de hielo en gran parte de amoníaco que tienen sólo unos 48 kilómetros de espesor en una atmósfera que tiene decenas de miles de kilómetros de profundidad y le dan al planeta su apariencia de bandas.
Las bandas son producidas por el aire que fluye en diferentes direcciones en distintas latitudes con velocidades cercanas a los 560 kilómetros por hora. Las áreas de tonos más claros donde la atmósfera asciende se llaman zonas. Las regiones más oscuras por donde cae el aire se llaman cinturones. Cuando estos flujos opuestos interactúan, aparecen tormentas y turbulencias. El Hubble rastrea estos cambios dinámicos cada año con una claridad sin precedentes y siempre hay sorpresas. Las numerosas tormentas grandes y pequeñas nubes blancas que se ven en las últimas imágenes del Hubble son evidencia de mucha actividad en la atmósfera de Júpiter en este momento.
En la imagen de la izquierda destaca la clásica Gran Mancha Roja, lo suficientemente grande como para tragarse la Tierra. En la parte inferior derecha, en una latitud más al sur, hay una característica a veces denominada Pequeña Mancha Roja. Este anticiclón fue el resultado de la fusión de tormentas en 1998 y 2000, y apareció en rojo por primera vez en 2006 antes de volver a un color beige pálido en los años siguientes. Este año vuelve a ser algo más rojo. Se desconoce el origen de la coloración roja, pero puede deberse a una variedad de compuestos químicos: azufre, fósforo o material orgánico.
Permaneciendo en sus carriles, pero moviéndose en direcciones opuestas, Pequeña Mancha Roja pasa la Gran Mancha Roja aproximadamente cada dos años. Otro pequeño anticiclón rojo aparece en el extremo norte.
En la imagen de la derecha, la actividad tormentosa también aparece en el hemisferio opuesto. Un par de tormentas, un ciclón de color rojo intenso y un anticiclón rojizo aparecen uno al lado del otro a la derecha del centro. Se ven tan rojos que, a primera vista, parece como si Júpiter se hubiera despellejado una rodilla. Estas tormentas giran en direcciones opuestas, lo que indica un patrón alterno de sistemas de alta y baja presión. En el caso del ciclón, hay un afloramiento en los bordes con nubes que descienden en el medio, lo que provoca una aclaración en la neblina atmosférica. Se espera que las tormentas reboten unas sobre otras porque su rotación opuesta en sentido horario y antihorario hace que se repelan entre sí.
Hacia el borde izquierdo de la imagen está la luna galileana más interna, Io, el cuerpo volcánicamente más activo del Sistema Solar, a pesar de su pequeño tamaño (sólo un poco más grande que la luna de la Tierra). Hubble resuelve los depósitos volcánicos en la superficie.