“La inteligencia artificial nos va a aniquilar a todos”, con esta frase apocalíptica inició la Cumbre Ministerial Latinoamericana y del Caribe ColombIA por la Inteligencia Artificial, los días 6, 8 y 9 de agosto en la histórica ciudad de Cartagena de Indias, la cual congregó a representantes de 17 países, a los principales actores del sector público y privado, académicos, y expertos nacionales e internacionales en IA.
Entre los temas abordados, destacó el recurrente uso del término Equidad digital. Aunque no es un concepto nuevo en el mundo, se convirtió en el eje central de los debates sobre la implementación de la IA. Este término va más allá del simple acceso a Internet; implica asegurar que todas las personas tengan las habilidades y conocimientos necesarios para aprovechar las tecnologías digitales, abarcando conectividad, educación, gobernanza y seguridad en el uso de la IA.
En este contexto, “Quien no se transforme está abocado a morir”. Con esta frase se enfatizó la necesidad urgente de una Transformación Digital Público-Privada. Para que Latinoamérica pueda alfabetizarse digitalmente y adaptarse a la revolución tecnológica de la IA, es crucial proporcionar herramientas a la sociedad, capacitando y conectando a las personas en todas las regiones, incluidas las zonas rurales. Esto es vital, porque —aunque nos cueste admitirlo— el auge de la IA suprimirá algunos empleos tradicionales.
A los Estados latinoamericanos —esta tarea les va a quedar grande— si no fortalecen alianzas público-privadas con líderes en tecnología y telecomunicaciones para desarrollar autopistas digitales y redes 5G y 6G. Es crucial repensar estrategias que atraigan inversión privada, como incentivos fiscales y alivios financieros, para asegurar un progreso tecnológico sostenible en la región.
Ahora, sobre la estrategia de la educación, se destacó que, aunque la IA se basa en modelos globales, es crucial “tropicalizarlos” para enfrentar los desafíos locales. La metodología educativa tradicional se debe replantear; es necesario ampliar la oferta sobre la formación en IA —esto ya no es solo cuestión de ingenieros y abogados—. Se debe democratizar el conocimiento, fomentar el emprendimiento, la atracción del talento humano y preparar a la población para los cambios laborales que traerá la IA.
Además, se subrayó que el bilingüismo es una obligación; dado que el lenguaje de programación y la data de IA están en inglés. Salvo mejor criterio, podríamos pensar que la IA está rompiendo estas barreras lingüísticas, permitiendo traducciones de calidad en tiempo real de textos, conversaciones y códigos, lo que podría transformar la dinámica del aprendizaje de idiomas.
Por otro lado, en términos de gobernanza, se destacaron grandes desafíos éticos de la IA frente a los principios de justicia, transparencia y explicabilidad. Los Estados deben garantizar que la IA esté alineada con los valores sociales y derechos humanos. Es fundamental el diseño de políticas y normas uniformes que no generen cortocircuito con el desarrollo y uso de los sistemas de IA. También es clave fortalecer el régimen de propiedad intelectual para proteger los datos y creaciones humanas.
Del afán de regular solo queda el cansancio
En Colombia, la falta de uniformidad regulatoria en torno a la IA es evidente. Actualmente, hay nueve Proyectos de Ley en trámite en el Congreso, los cuales no fueron diseñados de manera conjunta ni alineados con la reciente Política Nacional de IA del Departamento Nacional de Planeación. Además, no está claro cómo estos proyectos se relacionan con el Marco Ético para el uso responsable de IA de la UNESCO, adoptado por Colombia y que, además, está en proceso de actualización.
Finalmente, los debates culminaron en un hito histórico: la adopción de la Declaración de Cartagena de Indias, que busca que los países de la región cooperen para compartir conocimientos, información y buenas prácticas, para crear ecosistemas que impulsen la educación, innovación, gobernanza y el desarrollo sostenible, alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
En este instrumento, se echó de menos un enfoque en el uso de la IA para combatir la corrupción en América Latina y el Caribe, así como profundizar en la protección y el uso ético de los datos. También habría sido valioso incluir un enfoque reforzado en el desarrollo de energías limpias dado el alto costo energético del entrenamiento y uso de sistemas de IA.
Por fin llegó la hora de la modernización de las instituciones en América Latina. Digitalizar los expedientes llenos de polvo, convertir los espacios físicos en data centers, centros tecnológicos y apostar por energías limpias, como la instalación de paneles solares para reducir costos energéticos, invertir en talento humano calificado y capacitar a los funcionarios en nuevas tecnologías e IA para que optimicen su trabajo, es una necesidad.
El mundo ha entrado en una nueva era. Bienvenida la era de la IA; abracémosla sin miedo, pero con responsabilidad y ética.