El pasado 1 de noviembre de 2023, entraron en vigor los impuestos a la comida chatarra y un debate surgió sobre su conveniencia y posibles efectos. Varios funcionarios del Gobierno, incluido el presidente Gustavo Petro, aportaron sus justificaciones.
La suma de estas, no obstante, resultó en una mezcla desordenada que podría llevar a pensar equivocadamente que este gobierno descubrió la única política con solo efectos positivos y ningún costo. Engañoso, por decir lo menos.
Se dijo que estos impuestos ayudarán a que las personas coman alimentos más saludables, que solo afectarán a los productores, que el recaudo aumentará y que los precios no afectarán el bolsillo de las personas de menores ingresos.
En una investigación del Instituto de Ciencia Política, de la cual lideré la primera parte y que consistió en una revisión de literatura e incluyó datos estadísticos, se encuentra evidencia que permite contrastar esa suerte de Santo Grial de la política pública, que pareciera creer el Gobierno, descubrió.
Lo primero es la contradicción entre argumentos. El espíritu de esos impuestos es incrementar los precios al consumidor final para inducirlo a dejar de consumir ese bien. Así, imposible lograr que las personas comiencen a consumir otros alimentos y que, al mismo tiempo, no vean incrementados los precios de los bienes que actualmente consumen. Puede ser que, en conjunto, los argumentos sean contradictorios, pero que, vistos de manera individual, exista evidencia que los respalde.
Los estudios
Hablemos sobre la expectativa de un consumo más saludable. El Gobierno espera que los individuos dejen de consumir unos alimentos y se cambien por otros menos dañinos para su salud. No obstante, la evidencia sobre esto no es concluyente.
Uno de los documentos revisados, por ejemplo, encontró que los consumidores pueden dejar de comprar los bienes directamente afectados por los impuestos, pero eso no necesariamente se traduce en que adquieran bienes más nutritivos.
Por su parte, ningún estudio evalúa los efectos directos de impuestos sobre los niveles de obesidad-sobrepeso. Tampoco se evalúan otros resultados en salud. Esto es una deficiencia del seguimiento de estos instrumentos por dos razones. De un lado, los impuestos se consideran necesarios, pero no se demuestra necesariamente por qué. Del otro, en las simulaciones y modelos teóricos, se establece el vínculo directo entre impuestos y mejores resultados en, por ejemplo, obesidad o diabetes. Pero eso tendría que estarse dotando de evidencia empírica.
“Uno de los documentos revisados, por ejemplo, encontró que los consumidores pueden dejar de comprar los bienes directamente afectados por los impuestos, pero eso no necesariamente se traduce en que adquieran bienes más nutritivos”
Con un agravante: lo que sí se reconoce en la literatura es que la obesidad y el sobrepeso son fenómenos multicausados. Esto es, no dependen única y exclusivamente de la ingesta de alimentos, sino que tienen otros determinantes, como el sedentarismo. En la investigación, identificamos 223 medidas para enfrentar la obesidad en el mundo. Europa occidental es la que más medidas tiene con 53, en tan solo 20 países, y América Latina 50, con 32 países. No obstante, las medidas no se reflejan necesariamente en niveles más bajos ni de obesidad, ni de sobrepeso.
Otra cosa: no identificamos cambios en las tendencias de los niveles de obesidad, luego de la implementación de impuestos saludables.
Otro argumento del Gobierno consiste en que solo la industria se verá afectada. Frente a esto, tres hallazgos son comunes en la literatura revisada. Primero, se encuentra que los impuestos generan una distorsión en el comportamiento empresarial hacia actividades de lobby. Segundo, no es claro que se disminuya el consumo de los bienes producidos por esas empresas. Tercero, esto se debe, entre otras, a que algunas alteran los tamaños de las porciones y/o hacen campañas de mercadeo más agresivas.
“El pasado 1 de noviembre de 2023, entraron en vigor los impuestos a la comida chatarra y un debate surgió sobre su conveniencia y posibles efectos. Varios funcionarios del Gobierno, incluido el presidente Gustavo Petro, aportaron sus justificaciones”
Uno adicional es el argumento que consiste en que los consumidores no se verán afectados vía precios. Esto, en particular, tiene que ver con la crítica que asume que el impuesto es regresivo. Es decir, que afectará en mayor medida a las personas de menores ingresos. Esto es algo que se encuentra en todos los casos revisados. Es algo que tendría que reconocerse: se trata de forzar a que la gente deje de comer lo que los tomadores de decisiones consideran indeseable.
Sobre el recaudo, tampoco es concluyente la evidencia. Si bien se señala que este puede ser motivo detrás de la mayoría de estos impuestos, no es claro que el recaudo se aumente de manera importante para los países con este tipo de medidas.
A la ligera
Así, la mayoría de los argumentos adelantados por el Gobierno o no se soportan en la evidencia o no son concluyentes. Pero hay otras observaciones para hacer.
La primera es la cantidad de consecuencias no anticipadas que estas medidas generan. Por ejemplo, se encuentra que los impuestos se aprueban por ser fáciles de aprobar o porque la gente no se da cuenta sobre el efecto en sus ingresos. También, se encuentra que a veces las medidas llevan a un menor consumo en ciertas partes, pero que aumenta en otras en las que no exista el impuesto.
La segunda es que toda la literatura señala la necesidad de adoptar múltiples medidas, además de los impuestos. Ninguna de ellas es efectiva, sino que todas, se dice, pueden serlo en conjunto. Pero esto lleva a una tercera observación: esa visión no es sino la extensión de un paternalismo que requeriría de más y mayores formas de intrusión del Estado en las decisiones individuales con todo tipo de justificaciones y de expresiones.
La tercera es que la adopción de impuestos puede considerarse como una tendencia de “toca hacer algo”, que resulta de la recomendación de organizaciones internacionales y del efecto imitación entre estados. Se crea un consenso sobre la pertinencia de estas medidas y no se considera siquiera la necesidad de evaluar sus efectos sobre los objetivos.
Una última cosa: parece que los cambios en los patrones de consumo ya se están presentando desde hace años, sin necesidad de impuestos.
Ya veremos resultados. Por lo pronto, parece que las expectativas del Gobierno son desmedidas, contradictorias y engañosas.