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¿A qué se debe el despiporre en el recaudo?

Hasta el momento, hemos visto que el Gobierno es muy bueno para anunciar gastos —el presupuesto más grande en la historia—, menos para ejecutar y ha resultado pésimo en aumentar ingresos.

Foto: Shutterstock

Con tanto escándalo que produce el Gobierno Nacional, es fácil concentrarse en lo superficial y dejar de lado lo importante. Esto es lo que parece estar sucediendo con el mal manejo macroeconómico, que poco se discute.

El mal manejo refleja el desprecio de los que hoy gobiernan, no solo por la tecnocracia (palabra que convirtieron en insulto), sino por la estabilidad macroeconómica, que asociaban con proteger los intereses de las élites.

No obstante, la estabilidad y el conocimiento técnico son deseables e importantes. Eso lo está comenzando a reconocer la sociedad en, entre otras, la ralentización de la actividad económica, el lento control de la inflación y la salud fiscal.

Esta última consiste en la capacidad de un gobierno para administrar gastos, ingresos y balancearlos. De hacer todo esto bien y con precaución dependen muchas variables macroeconómicas, como la inflación, las tasas de interés y las tasas de cambio.

“El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, afirmó que había sido exceso de optimismo en el momento de hacer el presupuesto y de las decisiones de la Corte Constitucional, en relación con algunas de las medidas que, a pesar de todas las advertencias, el Gobierno decidió incluir en la reforma tributaria de 2022. También culpó al fondo de estabilización de combustibles”

Hasta el momento, hemos visto que el Gobierno es muy bueno para anunciar gastos —el presupuesto más grande en la historia—, menos para ejecutar y ha resultado pésimo en aumentar ingresos. En términos del balance, anuncian que serán muy estrictos, tal como mencionan en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, pero en la práctica hay muchas dudas.

Ricardo Bonilla,
ministro de Hacienda y Luis Carlos Reyes, ministro de Comercio, Industria y Turismo

Las excusas

De lo que sí no hay dudas es del descache que tuvieron en la anticipación de ingresos, vía recaudo. El pasado 7 de junio en una entrevista en la emisora Blu Radio, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, afirmó que había sido exceso de optimismo en el momento de hacer el presupuesto y de las decisiones de la Corte Constitucional, en relación con algunas de las medidas que, a pesar de todas las advertencias, el Gobierno decidió incluir en la reforma tributaria de 2022. También culpó al fondo de estabilización de combustibles.

Sin embargo, en esa argumentación, como ya nos tiene acostumbrados el Palacio de Nariño, el ministro no es transparente. Confunde varias cosas: que la reforma tributaria no haya logrado lo que se esperaba, los gastos preexistentes y la reducción del recaudo.

Lo que los ciudadanos deben saber es por qué el recaudo no solo no alcanzó los niveles que esperaba el Gobierno, sino que se redujo respecto de 2023, en los primeros meses de 2024.

Lo del exceso de optimismo refleja problemas de planeación y una improvisación, muy peligrosa en el manejo de las finanzas públicas. El grupo que está en el Gobierno llegó con muchas críticas, pero poco conocimiento de cómo funciona el Estado.

El recaudo cae, según Luis Carlos Reyes, exdirector de la DIAN, como resultado del fin de precios extraordinarios que tuvo el sector minero en 2022 y 2023, entre otras, por la guerra de Ucrania. Por su parte, el presidente Petro señala que hubo un error porque las empresas pagaron grandes anticipos en 2023. Es decir, ya pagaron y el Gobierno gastó todos esos recursos. Por su parte, el ministro de Hacienda dice que la razón del recaudo se explica por la incapacidad de gestionar el recaudo por parte del ex director de la DIAN.

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Mejor dicho, cada uno tiene su teoría, pero ninguno sabe. Enredados y con el objetivo de enredar.

Si bien, todas esas explicaciones seguro tienen algo de verdad, también hay un elemento en el recaudo que es el efecto de la tributaria sobre las decisiones de inversión y de consumo. Es decir, los individuos y las empresas se adaptan a esas reformas. No se pueden anticipar los efectos comportamentales de manera cierta y su traducción en recaudo.

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Lo que viene

Esto nos lleva a pensar en qué puede pasar en los próximos años. Lo que más ha dado de qué hablar en este ámbito es la decisión, para algunos, responsable de congelar algunos gastos y de ajustar el gasto. Digo que algunos porque lo responsable hubiera sido hacer las cosas bien desde el principio y no mirar cómo enmendar después.

Tampoco parece muy responsable reducir en igual medida los presupuestos de todas las entidades por igual. Eso parece también improvisado: los volúmenes no son los mismos, así como el uso de esos recursos y sus efectos en, por ejemplo, la dinámica económica. También parece ser que la reducción del gasto es insuficiente; que debe pasar de 20 a 50 billones de pesos. El punto es que ese ajuste plantea una reflexión hacia el futuro. El Gobierno no puede seguir gastando sin contemplar límites. Se choca con la realidad.

Lo segundo es que la realidad parece no ser tan halagüeña. Precisamente los datos de inversión, que cayeron en 2023 y que siguen cayendo los primeros meses de 2024, anticipan problemas a futuro. La inversión de hoy será menos producción en los próximos años, lo que afectará el recaudo. Y sin hablar de la inseguridad jurídica que reflejan reformas tributarias casi cada año y las decisiones que se toman, en general, en contra de sectores económicos, sin planeación alguna.

El manejo fiscal está despiporrado. Y no parece que vaya a cambiar. También eso lo lamentaremos.