Argentina y el mundo del fútbol llora la partida de Diego Armando Maradona. Un genio dentro del campo y una vida privada desbordada.
Diego Armando Maradona, fue el astro del fútbol. El Diez fue venerado por los argentinos y admirado por el mundo cuando vestía de cortos. El mismo que se embriagó de gloria como de alcohol y drogas. El mismo que en el mundial de fútbol en México 1986, en cuartos de final contra Inglaterra, metió un gol con la mano y luego señaló que era la mano de Dios. El mismo que fue expulsado del mundial en 1994 por dar positivo en un control antidopaje y en su orina se encontraron rastros de cocaína.
Maradona tuvo una vida de excesos, de grandes contrastes, de orillas diferentes. Luchó sin éxito contra la adicción a la droga y luego al alcohol. Luchó contra su obesidad que lo llevó a tener un peso de más de 120 kilos. Luchó contra su corazón que funcionaba apenas un 30 % y sus quebrantos de salud. El último de ellos recientemente cuando cumplía 60 años, las imágenes en televisión eran las de un hombre mucho mayor que apenas podía arrastrar los pies, que no se le entendía nada de lo que hablaba y que era llevado en volandas por dos auxiliares del equipo Gimnasia de Argentina.
Maradona es una religión en su país. Su muerte es un golpe emocional seco que retumbará por siempre en uno de los países que más vive el fútbol y que convirtió a Maradona en su referente mundial como ningún otro. De hecho, la Argentina declaró por su muerte, tres días de luto nacional.
Su vida fue una montaña rusa. De constantes subidas y bajadas. Los años que dedicó al fútbol fueron maravillosos, únicos. En cada estadio del mundo demostró porque era un genio del balón. Incluso, muchos señalan que Maradona era mejor que Pelé. Pero su vida privada fue un caos. El periódico el Clarín la describió así: “nadie le dio a Diego las reglas del juego. Nadie le dio a su entorno el manual de instrucciones. Nadie tuvo un Joystick (palanca de mando) para poder manejar los destinos de un hombre que con los mismos pies que pisaba el barro alcanzó a tocar el cielo.
Maradona fue único, un hombre que estará por siempre en la vida de los argentinos. Que jamás olvidarán su magia, sus goles, sus gambetas y el prodigio de su zurda, mágica, perversa, intuitiva, que barría rivales a su paso para alcanzar la gloria, como aquella tarde en México contra Inglaterra. Del gol de la mano de Dios, pasó a un gol inmortal que es considerado como el mejor de todos los tiempos, con el perdón del Rey Pelé.