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Pedro Simón: «Todos tenemos un muerto en el armario”

El galardonando periodista y escritor español acaba de publicar su nueva novela Los incomprendidos (Espasa), un libro que habla sobre la soledad familiar, la incomunicación entre padres e hijos, las cosas que no se dicen, los silencios, los traumas que no se han sabido manejar, pero también de la esperanza.

Créditos: Carlos Ruiz / Contumaz Estudio.

Por: ALEJANDRA MELÉNDEZ

Periodista y editora multimedia

Revista Alternativa

@alemelendezg

Pedro Simón es escritor y periodista español, actualmente trabaja en el diario El Mundo. Por su faceta de reportero, ha obtenido galardones como el premio Rey de España de Periodismo en 2021, el Premio al Mejor Periodista del Año de la APM en 2016 o el Premio Ortega y Gasset 2015, ahora acaba de publicar su nueva novela Los incomprendidos (Espasa), un libro que habla sobre la soledad familiar, la incomunicación entre padres e hijos, las cosas que no se dicen, los silencios, los traumas que no se han sabido manejar, pero también de la esperanza.

Los incomprendidos cuenta la historia de Javier y Celia, un matrimonio de clase media con un hijo pequeño y una hija preadolescente. Él trabaja en una editorial y ella en un hospital; él arregla vidas de mentira y ella arregla vidas de verdad. Podría ser la historia de muchos, hasta que tiene lugar una excursión a Los Pirineos que lo cambia absolutamente todo.

En este nuevo libro, Pedro cuenta en la voz del padre y de la hija, la historia de un viaje al abismo que habla de otros muchos viajes. El viaje de la infancia a la convulsa adolescencia. El que va de la algarabía infantil al silencio más sepulcral. El de los padres que caminan detrás con su culpa y llegan tarde. El de los abuelos que fueron delante y a los que nadie escucha. También es la historia de ese otro viaje al que todos tenemos miedo: el que habla de nuestro pasado más oscuro y secreto.

Para hablar de cómo llegó a este viaje de Los incomprendidos nos tomamos un café en el centro de Madrid, en donde también hablamos de su próximo libro en el que ya está trabajando y de su concepción de la escritura. La tercera entrega forma parte de una “trilogía sentimental de los baby boomers”, como él mismo la ha llamado. La primera fue Los ingratos, merecedor del Premio Primavera de Novela 2021, la segunda Los incomprendidos y la tercera, ya lo descubriremos…

Hay una frase que me gusta mucho que dice que ‘los libros son trozos del alma de quienes los escriben’, ¿Qué tanto tiene Pedro Simón de Javier?

Siempre escribes desde tu mochila, desde tu trastero, es imposible escribir sin el peso que llevas a la espalda y sin las cosas que no quieres tirar de tu vida, que son las que están en el trastero. Javier tiene mucho que ver conmigo, también soy padre, tengo dos hijos adolescentes y ahí hay mucho que tiene que ver con los silencios, por ser adolescente, con las incomprensiones mutuas, porque venimos de generaciones distintas y tiene mucho que ver con la culpa, porque no sé en Colombia, pero aquí en España, por culpa del franquismo y la educación católica, nos educaron mucho con lo de la culpa. Como que cada mañana nos tenemos que levantar y golpearnos en el pecho, repitiendo como si fuera un mantra yihadista, “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”, eso ha condicionado todo. Tienes culpa si cometes algún fallo, tienes culpa si has cometido algún error con tu pareja, tienes culpa en la crianza de los hijos, la culpa siempre te acecha… por eso tengo ahí mucho que ver con Javier, igual que con los libros anteriores, tenía que ver con muchos personajes, en realidad todos los personajes son un poco Frankenstein, coges la plastilina del otro, la moldeas…

En el libro se habla de que todo empieza y termina con un viaje, la vida, la muerte, el amor, los descubrimientos. ¿Cómo empezó tu viaje a ‘Los incomprendidos’.

Seguramente comiendo, bebiendo, con amigos y con amigas y comprobando que siempre al final acabamos hablando de los hijos, y si son hijos adolescentes siempre acabamos hablando con más frustración, con más pasión, también con más fiebre. Yo siempre he creído que los libros que merecen la pena son los que tienen que ver con la verdad, casi siempre la verdad está muy cerca a la belleza, tiene mucho que ver, así como la mentira tiene que ver con las cosas feas. Te hablo desde un punto de vista ético, pero también estético, me interesan todos aquellos libros, aquellas historias que funcionan como un desfibrilador, tú me puedes estar contando la historia de un caballero del siglo XVII, pero sí su soledad o su culpa, o su miedo, habla de mí, esa novela merece la pena. Y yo quería hablar de algo que tuviera que ver con una verdad, que seguramente es una verdad que todos hemos vivido, porque tiene que ver con la relación con los padres, y la relación con los hijos…

Y el lector se ve puede ver reflejado en esa adolescente Inés, en la relación que tiene con su padre, en esos silencios eternos o al punto de desearle la muerte…

Hay que educar con memoria y hay que escribir con memoria, el lector se puede ver en muchos personajes, y aunque me ha sido más fácil encontrarme en el papel del padre, yo también recuerdo en mi adolescencia, los silencios, las incomprensiones con mi padre. Creo que los silencios y las incomprensiones de antes tenían que ver más con lo humano, en el caso de España, veníamos de una dictadura de 40 años, los padres de mis padres venían de la guerra, entonces bastante tenía mi padre con ir a trabajar, con llenar la nevera como para pensar en los afectos, en el hijo. Pero luego nacimos nosotros, los baby boomers, esta generación que nació en los 70’s, esta generación que es la más voluminosa, familias con hermanos de cuatro, cinco o seis. Cuando nacimos nosotros ahí ya hubo una pedagogía de los afectos, se nos hablaba de la inteligencia emocional, había libros de autoayuda, se hablaba de cómo ser buenos padres, en eso hemos crecido, pero sigue existiendo esos silencios generacionales con los hijos adolescentes. Esos silencios de ahora me parecen más pavorosos, porque tienen que ver con lo tecnológico. Hoy vemos a los adolescentes sumidos en una pantalla, y pueden estar a un metro de ti, pero están a 200 kilómetros.

¿Quiénes consideras que son los más incomprendidos en nuestra sociedad actual en donde prevalece el mundo digital?

Los jóvenes sin ninguna duda. Creo que hay dos termómetros para medir si un país es bueno o no. Uno es la dignidad, que sería cómo tratas a la gente que está mal, cómo tratas a los desiguales, a las personas que no tienen recursos, a los ancianos, a los enfermos, a los discapacitados, a las víctimas de todo tipo de violencia y creo que ahí, España no da mala temperatura, porque a pesar de todo hay un Estado del bienestar. Para mi otro termómetro de país, es la esperanza, ese que tiene que ver en cómo tratamos a la gente joven y creo que ahí damos peor nota. A los jóvenes les insultamos, les decimos que son “ninis”, que ni estudian ni trabajan, el paro juvenil está desbocado, los medios de comunicación están llenos de jóvenes mucho más talentosos que nosotros y mucho mejor formados a los que les pagan mal, gente que tiene que hacer malabares para llegar a fin de mes, y creo que son mejores que nosotros, porque vienen con la cultura del uso compartido, no necesariamente quieren tener una casa, un coche, se conforman con compartirla, tienen más cultura medioambiental, y a esa gente como país, la tratamos mal, por eso creo que los más incomprendidos son los jóvenes.

“Los libros que merecen la pena son los que tienen que ver con la verdad, casi siempre la verdad está muy cerca a la belleza”

¿Crees que son felices?

Tengo la sospecha de que hay un ensayo clínico mundial en el que a miles de millones de personas les hemos dado un móvil, sin límite, en el que les hemos dicho, “sumérgete ahí y vamos a ver dentro de 10 años qué pasa”. Me generan ternura los jóvenes, me da un poco de miedo con lo que se les viene encima, porque nunca ha habido tantas incertidumbres como en esta época, incertidumbre geopolítica, generacional, incertidumbres que tiene que ver con lo sexual, con las cuestiones de género, con lo medioambiental, con lo laboral, lo sanitario, lo epidemiológico.

En la novela los protagonistas, tienen algo en común, y es un trauma, que tanto Javier, como Inés y Celia, no saben cómo enfrentarlo y cuando lo logran, es como encontrar la luz al final del túnel, ¿cómo manejamos nuestros traumas?

En la novela hay muchos temas, hablamos de las incomprensiones generacionales, los silencios, la culpa, y creo que uno de los grandes temas es la gestión del trauma, que ya estaba un poco también en Los ingratos. Creo que todos tenemos un muerto en el armario, alguna ruptura, algún naufragio, todos tenemos muchas heridas y creo que lo que te define en la vida no es el golpe que te pegas si no lo que haces después del golpe, tengo que ser alguien inspirador y ejemplar para mí mismo. La novela habla de eso, de cómo gestionamos los traumas. En esta familia, hay un trauma, una tragedia, y no lo gestionan demasiado bien, porque claro, uno de los grandes errores que solemos cometer en las familias es decir, “de esto no hablamos”, porque pensamos que le va a generar dolor al otro, porque pensamos que es volver a recorrer el dolor. Creo que no envejecemos tanto en la vida cuando nos caen los años encima, sino cuando dejamos que nos aplaste el dolor.

Se lee en el libro que “Hay cosas que solo comprendes de tus padres una vez que tienes hijos”, ¿a qué cosas te refieres? ¿Qué has comprendido?

Hay una frase de un poeta que se llama Jesús Montiel, que dice, “los hijos nos dan la luz”, y me parece una frase deslumbrante, porque es verdad que hay algo ahí que te cambia, que empodera a tus padres… Seguramente tiene que ver con reconocer todo lo que han sacrificado para encontrarte a ti espacios de felicidad, para ponerte a ti en un lugar seguro, no me refiero al dinero. Hay un momento en la novela en la que Javier le dice a su hija que solo le contará cosas el día en que sea madre, porque si no, no va a conseguir entenderle y tu puedes querer muchísimo a tus padres, pero cuando eres madre o padre, les entiendes mejor, y además entras en la tribu urbana de lo que son ellos también, por que eso es algo que no dejas de ser. Es sorprendente cómo inconscientemente cuando eres padre, pones todos los huevos de tu felicidad en la cesta del otro, y es como llegar a una especie de ruleta rusa y sin quererlo pones toda tu felicidad al 18 rojo, o al 15 blanco, que son tus hijos, de tal modo, que si a ti en la vida te va muy bien, eres una persona exitosa, con tu pareja, ganas mucho dinero, pero a tus hijos les va mal, o les va regular, o no son gente feliz, pues tu sientes que eres un fracaso, y al revés, puedes tener una vida de mierda, puedes estar mal, pero si tus hijos están en espacios de luz, consideras que tu vida ha sido exitosa, y eso es maravilloso, y claro, también es muy arriesgado tener hijos por todo lo contrario.

“Somos esa generación errática que entonces dejaba el mejor sitio de la mesa para el padre y que ahora se lo deja a su hijo”, ¿cómo hemos llegado a esto?

Es un fracaso de generación. Y vuelvo a lo de antes, ya veremos las consecuencias, de hecho ya las estamos viendo, hay violencias en las casas, violencias ascendentes, de niños que se creen reyes a los cuales hemos coronado. Todo esto se ha disparado y va a más, y creo que también está de algún modo esporeado por este frenesí tecnológico de la mirada del otro, que como te demanda tanto, te frustra mucho y lo pagas siempre con la gente más cercana, lo pagas con tus vasallos, con tus empleados, que son tus padres, porque eres “el rey de la casa”.

“No envejecemos tanto en la vida cuando nos caen los años encima, sino cuando dejamos que nos aplaste el dolor”

Las raíces de Inés, son de un pequeño pueblo de Colombia, ¿por qué elegiste Colombia?

Yo no pensaba escribir un libro en el que hubiese una niña adoptada. Mi idea era contar la historia de las incomprensiones de la adolescencia, de la culpa y de los silencios, pero a veces cuando escribes, tu vas con un machete en medio de la jungla y vas dando machetazos y no ves más allá de dos metros, entonces a medida que vas abriendo, de repente empiezas a ver algo, al fondo. Y de repente empecé a ver esa historia, de incluir algo sobre los celos entre hermanos, las envidias, porque nos ha pasado a todos. Decidí que quería contar la historia de una niña adoptada y fui a hablar con la persona que más sabe de adopciones en España, que es Antonio Ferrandis, el jefe de adopciones de la Comunidad de Madrid. Estuvimos hablando, viendo expedientes, de los cuales muchos eran de Colombia, y él me dio un dato que me llamó muchísimo la atención, y es que tres de cada cuatro niñas que vienen adoptadas de Colombia han sufrido abuso sexual, ese dato me impactó y me hizo un poco reflexionar. En esos “machetazos” escribiendo el libro empecé a ver que ahí había algo que contar.

Hablemos un poco de tu escritura, has dicho que escribir es desnudarse, ¿Ya estás escribiendo tu próximo libro?

Sí, tengo un tercer libro, yo quería escribir una trilogía sentimental de los baby boomers, el primero fue Los ingratos que habla de las infancias de los 70, este que es Los incomprendidos, aquellos baby boomers que son padres y las relaciones con sus hijos adolescentes y hay un tercero que tiene más que ver con los hombres maduros en la relación con sus padres octogenarios. Ahí vamos a hablar de los finales, de las despedidas, de nuestro papel en esto, de cómo tu madre a lo mejor se ha quedado viuda, y cómo hemos gestionado los hermanos esa situación, si cuando ha muerto también la madre nos hemos repartido la herencia como si fuera una rapiña de buitres. Ver que al final los padres a esa edad son como un spoiler de ti, y eso da mucho miedo, porque ahora nos vemos jóvenes, estupendos, pero cuando ves a alguien de 80 años, con una vejez, con una incapacidad, con algunas cosas que no puede hacer, y te vas viendo tú ahí, gestionar eso va a ser muy jodido. Quiero un libro que nos asome a ese abismo, que también es la etapa más complicada, ver tantas pérdidas.