El puente neoyorquino de Brooklyn iluminó sus arcos este jueves por primera vez desde 1983, en un intento de la ciudad de poner en valor uno de sus puntos más emblemáticos, por el que pasan cada día 30.000 peatones.
"El puente es uno de los más valorados de la ciudad, y tenemos la responsabilidad de mantenerlo en buen estado para las futuras generaciones" dijo a la prensa el comisario del Departamento de Transportes de la Gran Manzana, Ydanis Rodríguez, en la inauguración de las 56 luces LED que ahora iluminan la pasarela.
Según Ydanis, la iluminación de los arcos es un símbolo del "cambio a mejor" del puente, y para colocar las luces (que alumbrarán la estructura durante los próximos 20 años) se han necesitado cinco meses y 2,4 millones de dólares (2,1 millones de euros).
"Una de nuestras responsabilidades es cuidar lo que se conoce como la 'Torre Eiffel de Estados Unidos', y estas nuevas luces mostrarán su belleza durante las próximas décadas", añadió Ydanis.
Por su parte, Randolph Peers, presidente de la Cámara de Comercio de Brooklyn, recordó en el evento a los miles de inmigrantes que llegan cada año a la ciudad, y aseguró que el icónico puente es un símbolo de esa faceta de la Gran Manzana que "conecta a personas muy diversas que vienen aquí para empezar una nueva vida".
En la conferencia de prensa también estaba presente Arthur Shettle (bisnieto de John Roebling, diseñador de la pasarela), que agradeció a Rodríguez el haber alumbrado el puente de una forma tan "minuciosa": "Todos los neoyorquinos deberían sentirse orgullosos de tener esta maravilla arquitectónica en nuestra ciudad", añadió.
Un puente de 140 años
El próximo 24 de mayo se cumplen 140 años de la inauguración del puente, que desde aquel día de 1883 une este distrito neoyorquino con la isla de Manhattan, antes solo conectados con un transbordador.
Sus primeros meses en funcionamiento fueron, cuando menos, curiosos: días después de su apertura, doce personas perdieron la vida y otras siete quedaron heridas de gravedad debido a una estampida, posiblemente causada por el temor de los neoyorquinos a que la estructura no aguantase el peso de una multitud.
Para que los ciudadanos confiasen en la resistencia del puente, la ciudad hizo cruzar a 21 elefantes y 17 camellos del circo Barnum, un espectáculo que atrapó a los neoyorquinos, dio publicidad al puente y despejó dudas sobre la solidez de esta obra de piedra caliza, granito, cemento y acero.
La pasarela es al día de hoy una referencia de la ingeniería mundial y una visita obligada de todo turista que visite la Gran Manzana.