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Legado musical

La música colombiana en 150 discos

Memorista prodigioso y curioso insaciable, el crítico Jaime Andrés Monsalve se dio a la tarea de trazar, en el libro En surcos de colores, el devenir de la música nacional a través de su discografía: de los villancicos del siglo XVI grabados apenas en los albores del siglo XXI al reguetón de Karol G

Jaime Andrés Monsalve / Foto: Hansel Vásquez-Alternativa

En diciembre de 1950, la revista Semana le dedicó su portada a un músico colombiano de apenas 21 años, compositor de una canción que se volvería emblemática en las guitarreadas de los hogares colombianos: Los camarones, esos chirriquiticos y zambullidores que andan por debajo del agua clara. Era el bogotano Julio Torres, el primer andino en componer y grabar los aires típicos de la Costa Atlántica y el primero en utilizar el término “vallenato” para referirse a un ritmo y no a un gentilicio.

En la entrevista, realizada por Belisario Betancur, Torres confesó que no conocía el mar, un sueño que cumplió pocos días después, en enero de 1951, cuando pudo por fin sumergirse en las aguas de Cartagena; solo que su primera inmersión terminó en una tragedia: se ahogó. Juguete cruel del destino, Torres terminó así su breve vida de músico, durante la cual alcanzó a grabar una treintena de piezas, entre ellas Los camarones y otra no menos popular, El aguacero, acompañado de su grupo Los alegres vallenatos.

Jaime Andrés Monsalve / Foto: Hansel Vásquez-Alternativa

Los discos de casa

Más de una generación creció viendo discos como el de Los camarones en la colección familiar, herencia de lo que escuchaban los padres, pero era poco probable que se supiera de dónde habían salido y quiénes eran sus intérpretes y compositores. El crítico Jaime Andrés Monsalve se tomó el trabajo de averiguarlo: “Cuando ibas a la casa de los amigos, te encontrabas con que esos discos estaban ahí: un disco de Jaime Llano González, un disco de Los Graduados, uno de Garzón y Collazos, otro del Dueto de Antaño, de Silva y Villalba… Pensando en eso, más un arqueo de los grandes artistas colombianos, los más representativos, salió el proyecto.

Cubre todos los estilos y géneros”, afirma. El resultado es En surcos de colores, editado bajo el sello Rey Naranjo, que traza la historia de la música colombiana a través de la reseña de 150 discos que dan una idea bastante clara de la diversidad de artistas, ritmos y regiones que han alimentado las parrandas, la bohemia y, en general, la vida cotidiana del país hasta nuestros días; y que incluye —cómo no— la primera grabación del himno nacional, registrada el 9 de junio de 1910 por Arthur Willard Pryor, un trombonista estadounidense al que le dio por interpretar, con su propia banda, una antología de himnos nacionales de diversos países, entre ellos Colombia.

El conocimiento útil… y el inútil

Monsalve, jefe de Programación Musical de la Radio Nacional de Colombia con más de 30 años en el ejercicio de la crítica musical, es famoso entre sus colegas por ser una enciclopedia ambulante, capaz de situar canciones, intérpretes y autores en fechas y ciudades particulares, y de narrar desprevenidamente, como si tuviera un libreto escrito de antemano, la historia detrás de esas melodías, o las de sus compositores, una amenidad que ha transmitido a sus oyentes, primero en Javeriana Stereo, donde se formó, y luego en la Radio Nacional.

Portada del libro 'En surcos de colores' de Jaime Andrés Monsalve.

Aunque, según sus propios amigos, da la impresión de que siempre está transmitiendo, hoy desde el Festival de Jazz de Mompox, mañana desde el Festival Mono Nuñez, en el Valle; pasado mañana desde el Festival de Música de Cartagena, Monsalve se las arregla para sacarle tiempo a lo que a él más le gusta: la investigación, saber exactamente de dónde salió determinada canción o determinado cantante, y luego saber qué fue de ellos.

Es, quizás, la persona que más sabe de Astor Piazzolla en Colombia, y fruto de esa pasión es el libro Astor Piazzolla, tango del ángel, tango diablo. Le gusta tanto el tango que tiene un libro dedicado al tema, El tango en sus propias palabras, y otro sobre el ‘Zorzal Criollo’, titulado Carlos Gardel, cuesta arriba en su rodada. También se desenvuelve con solvencia en el flamenco y en la ópera; y, por supuesto, en el jazz, el género que siempre lo ha acompañado y el que le otorgó un Premio Nacional de Periodismo. Su obsesión actual es la salsa colombiana, sobre todo la anterior a Niche y a Fruko, es decir, la underground, a la que nadie pone bolas.

Su capacidad enciclopédica no solo se limita al conocimiento útil sino al inútil. Así, es probable que sea el hombre que más sabe acerca del Chavo del 8 en Colombia, o de la agrupación argentina Les Luthiers.

Su afán de coleccionista lo ha llevado a acumular más de 8.000 discos, solo contando los de vinilo, y otro tanto en CD.

Originario de una familia melómana en su Manizales natal, sabía desde muy joven que lo suyo sería la radio: “Yo estaba mentalizado en que tenía que hacer programas de salsa en Javeriana Stereo”. Sin embargo, su talento para la escritura le amplió el panorama periodístico hacia medios como El Espectador, Cambio, Arcadia y El Malpensante, donde aún escribe una columna titulada ‘El ruido y las nueces’, dedicada a las historias asombrosas de la música en Colombia.

Las reseñas de En surcos de colores (título que hace alusión a los surcos del vinilo por los que transita la aguja en los tocadiscos) son, si se quiere, la continuación del asombro constante de Monsalve con el surtidor de historias que es este país, incluso en la música. La gran mayoría de los discos reseñados no solo están ligados al acervo musical de los colombianos, sino que tejen a su alrededor sucesos increíbles.

Más allá de la anécdota, está el extraordinario documento, riguroso en investigación, que da cuenta del acontecer musical y de la industria discográfica en Colombia. Ahora que las plataformas digitales permiten escuchar prácticamente cualquier canción que haya producido el planeta, En surcos de colores surge como la guía perfecta para revisitar los discos, las canciones y los intérpretes con los que crecimos, mientras leemos las historias de sus protagonistas.