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Jorge Gaitán Durán: «El sueño que puedo ser si mañana despierto y sé que vivo»

Crédito: Archivo particular

Por: MARÍA ANGÉLICA PUMAREJO Escritora – crítica literaria

En 1961 Ediciones Mito publica Los hampones. Se trata de una ópera en tres actos escrita por Jorge Gaitán Durán, con música de Luis Antonio Escobar. Un hombre tocando un saxofón emerge del público, luego aparecen las mujeres, quienes a lo largo de la ópera representan el coro, y, a la manera del teatro griego, anuncian, reflexionan, relatan para el público los acontecimientos, revelan el destino, pero también, increpan al mismo público, lo hacen parte de la obra.

Además de esto está el grupo de los hampones comandado por Mario, al que pertenece también Hugo, que confronta al grupo y sobre quien cae la culpa de un acto que no cometió: delatar a los hampones por haber robado el dinero de los sueldos de los policías. Supuesta delación por la cual van a la cárcel y por la que además luego se vengan de Hugo, matándolo. Pero el delator fue realmente el saxofonista, lo saben las mujeres y el público, por tanto público cómplice en una trama que indaga por la incapacidad de establecer una comunicación entre los hombres y la justicia. Muestra Gaitán Durán el hampa y la justicia en conchabanza, “alianza eterna contra los engañados, pues para el crimen y el poder solo vale el éxito”, en otro aparte dirá el coro: “las instituciones permiten todo, pero no perdonan el fracaso”.

En otro texto, disímil y anterior, publicado en 1959 y titulado La revolución invisible, apuntes sobre la crisis y el desarrollo de Colombia, se da una tarea que dice en apariencia es distante de sus pasiones culturales y la aclaración sobre las razones de esto constituye una declaración de principios que no se ha vuelto a ver en el país por parte de sus intelectuales.

Dice entonces: “Creo que el país se ha engañado sobre la formación de los escritores que más o menos tienen mi edad. Pertenezco a una generación marcada con más hondura por Marx, Freud y Sartre que por Proust, Joyce o Faulkner; nos interesa y nos entusiasma la experiencia literaria de Borges y Robbe-Grillet o la experiencia ontológica de Heidegger, pero prestamos más atención a Machado, Lukacs o Henri Lefebvre; nos conmueve la aventura humana de Henry Miller o Jean Genet, pero es una película como Paths of Glory, de Stanley Kubrick, donde nos reconocemos. Nuestro humanismo es quizás una paradoja: sentimos en carne viva la fascinación del pensamiento y el arte de este tiempo que gritan con desesperanza la indigencia del hombre frente a una historia implacable y a la vez creemos firmemente que podemos reformar el mundo. Si estos apuntes contribuyen a que algunos escritores jóvenes partan desde lo concreto, sea en el plano de su existencia, sea en el plano de su nación, para conquistar el reino de la ética y la estética, harto habrán servido”.

Lo que concentra en estos apuntes es el momento que vive Colombia en su transición de la dictadura de Rojas Pinilla a la conformación del Frente Nacional y todo lo que conlleva la elección de Alberto Lleras Camargo de cuyo gobierno espera Gaitán esa revolución invisible. Esa transición la entiende del feudalismo al capitalismo, para lo cual es definitivo un proyecto nacional que propenda por el conocimiento del país y que se centre en la industrialización y la reforma agraria.

Y acá viene lo excepcional: para el intelectual cucuteño las bases en el orden de lo cultural, lo técnico y lo científico que menciona como “indispensables para coronar esta obra monumental” fueron arrasadas por la violencia y la intromisión de las Fuerzas Armadas en la vida nacional.

Además, los partidos Liberal y Conservador no impidieron el desastre y el Frente Nacional carece de contenido ideológico, social y económico, se reduce, dice, a la repartición mecánica de la burocracia “en la cual el Gobierno se asfixia, maniatado por compromisos insensatos, sin que nuestra poderosa y patriarcal prensa le preste ayuda con la crítica y con la explicación a las masas de los intricados problemas nacionales”.

En 1960 publica a Sade, abriendo de par en par, con él, pero también con Bataille, uno de los temas más provocadores para una sociedad pacata como la de ese momento: el erotismo. Su ensayo El libertino y la revolución para presentar la obra de Sade bien puede ser uno de los textos más brillantes que se haya escrito sobre el Marqués.

Y lo es porque Gaitán no tenía temor a manifestar sus propios interrogantes como camino de explicación para la condición humana. Se preguntaba primero por lo que le sucedía a él, por sus reflexiones íntimas y abría con eso un panorama universal. La lectura sobre Sade permeó su obra, su poesía, su diario. Dijo haber escrito sobre Sade por “una comprobación sobre mi intimidad que quizá pueda extenderse a toda la intimidad humana: cada ser siente o vislumbra en ciertos instantes de sigilo trémulo que el erotismo introduce en la vida un elemento de placer y de fiesta, pero también de desorden y destrucción”, luego se preguntará por ese en quien se transforma el ser humano cuando se desnuda, goza hasta el olvido y se crispa como una bestia en la obscenidad y el orgasmo. Sus poemas Sé que estoy vivo, Amantes, Siesta y Se juntan desnudos, son para decirlo en alguno de sus versos, un solo incendio.

El erotismo y la muerte van de la mano, y acaso merezca súplica volver siempre al placer en el que vivimos y morimos a la vez.

Si he revisado estos tres textos brevemente es para hablar de la figura de un hombre que, como ningún otro, tuvo la generosidad con su obra, sus lecturas y su apuesta ética y estética, de ofrecer la entrada al pensamiento más moderno, revelando sus profundas convicciones y su reflexión aguda sobre el país mediante el arte, la poesía, la literatura, la sociología, la antropología, la economía, la política.

Salvó para la literatura el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo; también, con la publicación de Las sirvientas de Jean Genet dio una lección sobre las formas burguesas a este país sin conciencia de clases, desde entonces y hasta ahora. Cada publicación, todas las de Mito e incluso las confesionales, como todo lo contenido en su Diario, fueron un llamado de atención, una brújula, un camino, a veces un río caudaloso y turbulento para sacudir este saco de plomo de mediados del siglo XX que seguimos arrastrando y que pudiera saberse un día como Gaitán Durán “el sueño que puedo ser si mañana despierto y sé que vivo”.