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Autogol de JP Morgan

Por Jorge Hernán Peláez / Periodista Una gran lección deja […]

Por Jorge Hernán Peláez / Periodista

Una gran lección deja todo el episodio para nuestros clubes en estas latitudes. Hay banqueros, fondos de capital privado e inversionistas con perfil de riesgo especulativo que están dispuestos a inyectar recursos importantes en el fútbol.

Al mejor estilo de la novela de Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada, en la que desde el primer párrafo el lector ya sabe que van a matar al protagonista, Santiago Nassar, la idea de una superliga europea se publicitó con varias minas quiebrapata en el minuto uno. El negocio propuesto por la empresa financiera estadounidense JP Morgan duró apenas unas cuantas horas: la crónica de una muerte anunciada, apenas Florentino Pérez explicó la creación de la superliga, con doce equipos europeos poderosos: Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, seis equipos británicos y tres italianos, que se creyeron el cuento que obviamente fue idea de la compañía.

Con el llamado de JP Morgan para iniciar esta negociación, a Florentino se le olvidó un importante detalle, como en muchos de sus compromisos. Recordemos que el “empresario” Pérez ha firmado varios contratos en los que hay bastantes cuestionamientos e irregularidades, como en el de la carretera al Magdalena Comsa, en los años noventa, cuando se robó un anticipo de 77 millones de dólares. La carretera nunca se hizo; de hecho, le planteó al Gobierno colombiano de esa época cambiar los diseños para no tener que hacer los túneles. El Estado colombiano tuvo que ir a pleito, asumir los costos de esa carretera y cobrar el seguro. Al final, ese tipo de empresario del que estamos hablando tiene negocios en varios países de América Latina, como Guatemala y Panamá; inclusive todavía tiene negocios aquí en Colombia con otras firmas. Casi todos esos emporios actúan de forma similar a la famosa Odebrecht.

Se le olvidó una máxima del fútbol muy básica: la UEFA, que forma parte de la FIFA, tiene unos códigos establecidos para que los equipos tengan un orden para sus competencias, o sea, un cronograma para las fechas FIFA. Es un ente rector, porque es la única manera de que eso esté organizado. Si el fútbol llegara a innovar en las soluciones, como proponían JP Morgan y Florentino, empezaría a pasar lo mismo que con el boxeo entre los años ochenta y noventa: como florecieron la Organización Mundial del Boxeo, las ligas y las federaciones, los aficionados no sabían cuál era la liga importante ni cuál era el organizador oficial y así perdieron el interés por el deporte.

Otro aspecto fundamental que se origina en el fútbol de barrio es que siempre el pequeño quiere ganarle al grande. Cuando los hinchas ven un mundial esperan que Irán, Bolivia o Panamá, que pocas veces han ido al torneo, le hagan partido a Alemania, Brasil, Francia y a los grandes campeones. En eso consiste lo atractivo del fútbol, pero si hacemos un mundial solo con los ocho campeones, no tendría gracia. No tendría ningún sentido.

En los años ochenta y noventa, en América se intentó algo similar, con la creación de la Supercopa Sudamericana Joao Havelange, en la que participaban todos los campeones de la Copa Libertadores. Nacional era el único de Colombia que estaba por esa época en la lista; había un equipo de Chile, uno de Paraguay y el resto, de Brasil, Argentina y Uruguay. Al principio sonaba muy atractivo, pero se desdibujó rápidamente. A mediados de la década del noventa, Argentinos Juniors, que salió campeón sobre América de Cali en 1985, ya se encontraba en el descenso. Peleaba Supercopa y estaba en el descenso en Argentina al mismo tiempo: inverosímil.

Pasaron los años y se volvió paisaje. El nivel de algunos equipos era malísimo y los aficionados se cansaron de ver los mismos partidos entre Santos, River Plate, Peñarol, Independiente y Boca. Por fortuna, el Gobierno británico, con su excéntrico primer ministro, Boris Johnson, explicó a los seis equipos de su país que desde el Estado tenían unos lineamientos editoriales muy firmes. Lo que derrumbó todo fue que Johnson los amenazó: si ellos querían contar con figuras que no fueran británicas debían solicitar los permisos de visado de trabajo, ya que se está en una etapa en la que asoman las consecuencias del brexit.

El solo hecho de mencionar la posibilidad de “demorar” o “encarecer” ciertas visas de trabajo derribó el castillo de naipes. El Gobierno no iba a permitir que hubiera disidencias y los seis equipos se retiraron casi que al tiempo de la superliga. Fracaso económico y fracaso mediático. Queda la sensación de que a estos tipos no les importa el fútbol: solo les importa el dinero. No piensan en el futbolista: les interesan el contrato de los derechos de televisión y las taquillas.

Una gran lección deja todo el episodio para nuestros clubes en estas latitudes: hay banqueros, fondos de capital privado, inversionistas con perfil de riesgo especulativo que están dispuestos a inyectar recursos importantes en el fútbol. Hay muchos equipos colombianos en la quiebra. Si no se puede hacer negocios con grandes empresas como JP Morgan, sí es posible encontrar liquidez en el mercado internacional para capitalizar.