Según una encuesta de calidad de vida hecha por el Dane pocos meses antes de empezar la pandemia, apenas el 51,9 % de los hogares colombianos tenía acceso a internet; el 61,6 % de los hogares en áreas urbanas y el 20,7 % en zonas rurales.
El covid 19 hizo que los centros educativos, como jardines, colegios y universidades, tuvieran que cerrar sus aulas, ante las medidas sanitarias y las recomendaciones de salud promulgadas.
Han transcurrido dos años en los cuales los niños, adolescentes y jóvenes adultos han estudiado pegados a la pantalla del computador, el celular o la tablet.
“La educación virtual en Colombia ha transformado la manera de educar y ha impactado a la sociedad, la ciencia, la economía y la industria, permitiendo el progreso del país y sobre todo dando respuesta al mercado laboral”, destacó Gisele Barrera, directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de Facultades de Administración.
A los factores positivos y los negativos de la educación virtual los divide un hilo delgado, que es marcado sobre todo por las brechas sociales y económicas, sobre todo en países tercermundistas como Colombia.
Entre los beneficios están las funcionalidades, los programas, la creatividad, el rompimiento de las barreras de tiempo y espacio, y la diversidad. Sin embargo, hay un aspecto negativo que anula dichos puntos a favor: la falta de dispositivos móviles y de acceso a internet.
La encuesta del Dane evidenció que el 97 % de las familias estratos 5 y 6 tenían conexión a la red, mientras que solo el 17 % de las familias estrato 1 podían tener este ‘lujo’.
Además, el 96 % de los municipios del país no cuentan con herramientas para virtualizar las clases, según el Laboratorio de Economía de la Educación. Así resulta complicado lograr que educación y tecnología puedan confluir y dar resultados.